Que levante la mano...

Sepan internautas que retomo la escritura de este blog tal vez para contentar al “público lector” si es que existe. Después de recibir dos comentarios de una misteriosa y anónima Reina de la noche, pensé que cualquier hijo de vecino podría preguntarse qué es de aquel muchacho que escribía sus andanzas vendiendo panes rellenos y otros laburos que conseguí y que silencié ha poco más de un año.

Sepan internautas que escribo ahora porque, si bien solucioné mis problemas económicos - causa principal de la existencia de este espacio- es otro y muchísimo más grave el problema que me aqueja hoy y debo descargar, para calmar mi psiquis, para explicarme/les el problema en palabras, que siempre son insuficientes.

Sepan internautas que, después de un año de ausencia, pude insertarme en el sistema educativo de la Provincia de Buenos Aires: todo un profesor de Prácticas del lenguaje y Literatura, que, con sueldo mínimo, contento con tener uno y sin muchas exigencias laborales, vacaciones y un ambiente lleno de personas hermosas como son los adolescentes. Varios preguntan “y qué tal los pibes”, yo contesto que cada unx es un mundo, un cosmos diría Whitman, cada unx con sus problemas, alegrías y tristezas; cada unx con sus manías, actitudes y anécdotas. Cada unx maravilloso por ser humano y llevar en sí el don del amor y del odio, de la pasión y la expresión. Cada unx capaz de sonreir. El que va a hacer amigxs encuentra amistad y ternura, sin importar edad, origen, ni clase social.

Sepan internautas que no puedo decir que mi vida ande mal. El mundo me sigue sonriendo, aunque no quiera verlo. Me mudé al partido de Moreno para reducir mis gastos e intento llevar adelante una huerta de la cual aprendo a diario. Recibí ayuda del INTA (Instituto nacional de tecnología agraria) que impulsa un programa de agricultura familiar para desocupados, para promover la buena alimentación y la producción independiente de hortalizas. Me siento afortunado despertando entre eucaliptos y humildad; olvidé los ruidos molestos de la ciudad.

Sepan que escribo desde la cocina de esta casa mientras escucho a Angel Vargas cantando “No habrá ninguna igual, no habrá ninguna.”

¿Qué mal me aqueja? perdonen la falta de originalidad mas sufro del mal del amor.

Sepan internautas que no toqué el tema romántico en el blog, pues cuando lo escribía, no sufría: vivía feliz con la mujer que amaba, a quien, si bien no nombraba, ella me acompañaba con su hermosura. Recuerdo la primera salida de venta de pan rellenos en la que, mientras levaba la masa, ella dormía con placidez en mi cama; me inspiraba y me sentía el tipo más afortunado del mundo. Poco me importaba llegar justo a pagar el alquiler, no poder comprar regalos en cumpleaños o aceite de oliva. Ella estaba ahí a mi lado y pocos problemas me afectaban. Siempre estuvo ahí. Vino a visitarme a la feria del libro; contento, yo le mostraba la biblioteca infantil (llegué a tener el proyecto de levantar con ella una editorial de literatura infantil que no llegó a prosperar). Fuimos juntos a ver Elefante blanco, film que reseñé por julio y volvimos comentándola en el colectivo.

Sepan internautas que todo quedó hoy en la nada. Por esa época las cosas se pusieron difíciles. Mis problemas de convivencia en la casa que compartía con amigos se sumaban a las peleas de relación que teníamos, al mal sexo y al hecho de que ella volvía con sus padres, queriéndose instalarse por más tiempo en mi casa donde ya tenía suficientes problemas. No recuerdo ahora por qué dejamos de vernos. Ella me reclamaba que no la invitaba a mi casa donde todo era guerra. Yo no quise o no supe luchar por lo nuestro; me negaba a visitarla en lo de sus padres; no supe ver el amor, ni la gran y hermosa mujer que tenía al lado y así dejamos de ser novios. Me odio desde aquel momento.

Sepan internautas que estos últimos meses de soledad, de reestructuración de mi vida, sin darme cuenta, la empecé a buscar y mandar mensajes de amor, diciéndole que la extrañaba, que lo nuestro todavía seguía vivo. Ella me llamó para decirme que la dejara en paz, que todo había terminado, que estaba con otro. “Tengo lindo recuerdo de lo nuestro, pero ya pasó” me escribía en el facebook. Desde ese momento vivo una tortura.

Sepan internautas que no es original sufrir por amor pero sí inevitable. El amor mismo es sufrimiento: Quien está bien con su pareja, sufre por los miedos, los celos, la desconfianza, las peleas, los desacuerdos y desencuentros. Todo amor es sufrimiento y qué doloroso es no tener a quien se ama; o peor: pensar que se fue y ya nunca volverá. O peor aún: que sigue ahí pero ya no te ama. O quizás te ama, pero cambió su vida de forma tal que ya uno no entra en ella.

Qué feo pensar, y esto trajo mayor oscuridad y dolor a mi corazón, que la única mujer que uno llegó a amar y llegará a amar nunca (lo que llamamos el “amor de mi vida” o “amor verdadero”), no volverá y tener que conformarme con pasar la vida solo o con alguien no tan ideal.

          -No se preocupe, profe -me decía una alumna-, no se va a quedar solo.
    -Siempre pasa lo mismo –me decía otra-, el hombre hace todo por volver pero cada cosa que intentan hace que la mujer se aleje más.
Aguantando las lágrimas, escuchaba los consejos de estas adolescentes.

-Olvídala -me decía un amigo, al ritmo de Los palmeras- se ha buscado otro amor.

Ojalá fuera tan fácil. Si así lo fuera no habrían tantas canciones que me hablen de ella. Ya no puedo seguir escuchando a Hector Lavoe, ni a Romeo Santos, ni a Marco Antonio Solis, ni a Caetano. Todo es nostalgias.

Sepan internautas que leí La tregua, de Mario Benedetti, novela de argumento y redacción perfecta, llevada al cine en los años sesenta. Santomé, su protagonista y narrador, a pocos meses de jubilarse, se enamora de Avellaneda, una joven de veinticinco años que lo hace feliz aceptándolo, mudándose a un departamento con él, amándolo. (Quien no quiera enterarse del final pase al párrafo siguiente). Avellaneda muere a pocos días del júbilo y Santomé llega a visitar a la madre de su fallecida amada. Ella le dice que sabe cómo se siente: “que se siente afortunado de estar triste”; él contradice esta frase llegando al cierre: dice que no se siente afortunado, que simplemente se siente triste.

De todas formas, hay algo de fortuna en el sufrimiento, hay felicidad en la amargura. Si estoy amargado es por algo, ese algo fue la felicidad. Si Santomé está triste es porque perdió a su amor, si perdió a su amor, entonces tuvo la dicha de haber amado y eso es algo. Lo mismo me pasa a mí. A veces, en mis momentos de mayor depresión, llegué a odiarla, llegué a pensar en por qué me aceptó, por qué me amó, por qué dejó sus marcas, sus notas, su ropa, sus fotos, sus libros dedicados. Llegué a pensar que mejor hubiera sido que nunca me hubiera aceptado, que nunca me hubiera hecho lo feliz que me hizo. “Tú me acostumbraste a todas esas cosas y luego me enseñaste que son maravillosas;y ahora me pregunto, al ver que me olvidaste, por qué no me enseñaste, cómo se vive sin ti”, dice uno de los boleros más hermosos.


Sepan internautas que estoy en un callejón sin salida, sumido en la peor de las depresiones; sin embargo, siento alegría al haber tenido algo tan hermoso, al revisar la bóveda de recuerdos, al imaginar un futuro similar al pasado. La verdadera tristeza es no haber ni haber sido amado. Lo mío, entonces, no es tristeza: es desesperación y delirio, es un camino directo a la locura, por sentirme tan desgraciado y odiarme tanto por desaprovechar la mejor oportunidad de mi vida.

-Pero ¿vos no creés en el destino? Sí creés en el destino, no tenés que hacerte más mala sangre, porque al final van a terminar juntos; porque ese es el destino -me decía una amiga a la que yo no quería aburrir, pero insistía en que le cuente mis desgracias.

Sepan internautas que no creo en el destino, por eso es tan incómoda mi situación. No creo que las cosas se den porque sí, sin que uno pueda intervenir para cambiarlo. Si la amo, debería hacer lo imposible para recuperarla, pero cuanto más haga por recuperarla, puede que más se aleje de mí por querer cambiar el nuevo rumbo de su nueva vida con la que parece conforme. Me siento atrapado en arenas movedizas: más quiero salir, más me hundo. ¡Qué desafortunada paradoja!

Ya no sé qué hacer.

-Si la amas, déjala ir -dice un refrán estúpido.

¿Y qué hay de mí?

-Las mujeres son así -me decía otro camarada- es terrible pero son así... cuánto menos la busques, o cuanto más la ignores, entonces ahí van a a venir: mirá, yo a mi ex novia le dejé de hablar y ahora me manda mensajes todo el tiempo.

Dice Quevedo de las mujeres: "si las alcanzas, te embarazas; si las sustentas, te empobreces; si la dejas, te persigue; si la quieres, te deja."

¿Y qué hay de mí?

-¿No pensaste en ver un psicólogo? -me decía ella, la última vez que la vi y le confesé todo mi amor, mi sufrimiento, mi desesperación. Se la notaba irritada ante esta situación mía-, me preocupa todo lo que me decís -me repetía-, pero no puedo hacer nada.

Sepan internautas que, tras su llamada hace unos meses, en la que me daba a entender que mis mensajes eran vanos, que ella hacía otra vida, que estaba saliendo con otro, decidí escribirle un mail explicándole todo mi amor, todas mis razones. Nunca escribí correo más romántico: tipeado con los latidos del corazón, los dedos resbalando en lágrimas.

-¿Por qué no descargás toda esa angustia que tenés en escribir? -me decía ella para buscar solución a mi problema de amarla tanto y no tenerla- pero no mails...

Así que este es mi problema. Sepan que alguien hoy sufre infinitamente de amor, que no encuentra salida a su drama y que no hay palabras de aliento, ni proyección de futuro que lo salven de la desesperación.

Sepan que creo que seré infeliz de por vida por no tenerla y que, iluso, lo único que me consuela es pensar que pronto se peleará con su nuevo amante y decidirá volver conmigo porque soy quien realmente ama.


Sepan que mientras tanto, la espera me es insoportable, y la muerte no me asusta, sino que la veo como un posible alivio.

ser

Ser atmósfera,
diluirse en inmaterialidad,
solo conciencia,
just air and fire,
ser vacío,
nada y todo,
ciego sordo mudo,
piedra y mar.
Ser pensamiento,
rodeado de pensamientos,
propios ajenos mutuos,
ser ser y ser dios y nirvana y éxtasis,
ser vida y muerte,
risa y llanto,
oro y mierda,
pero ante todo,
ser viento.

Fragmento de diario

Me suena el celular, número "desconocido". Atiendo; después de pronunciar mal mi apellido, tal vez por nervios o atolondramiento, una muchacha de Banco Macro me dice que me han habilitado una tarjeta VISA con límite de 7 mil pesos para no se qué de qué "de por vida". Pienso lo bien que me viene, más hoy,   que un cortado chico y un sánguche de miga tostado, en un tranquilo café de Martín Coronado, me resulta caro, incluso como almuerzo. Pienso en el sistema de crédito, en las compras libres, en las cuotas; me veo recorriendo los pasillos de un shopping lleno de bolsas en los brazos, sonriente, feliz, libre, como en las publicidades . Enseguida le digo: "Gracias pero prefiero no endeudarme de por vida". Reflexiono acerca de lo material:

Infancia clandestina

Agradezco al cine Gaumont la posibilidad que me da de frecuentarlo reduciendo al mínimo mi inexistente salario. Cuatro pesos (con descuento) cuesta la entrada para ver los mejores estrenos nacionales que, si bien hoy desdeñados por la mayoría del público, la cosa va cambiando.

Empezamos a tomar conciencia del valor de lo nacional, lo nuestro, lo local, lo argentino, lo latinoamericano. Abrimos los ojitos acostumbrados a tanta oscuridad, para ver lo que nos representa, los que nos repercute y los cerramos para las grandes, repetitivas e insistentes publicidades que nos atormentan de jueves a jueves haciendo verdad las mil mentiras de que el cine importado de Hollyshitwood, con sus comedias baratas de chistes fáciles y sus superhéroes virtuales son lo mejor que nos puede pasar en la vida, cuando lo único que nos termina deleitando es el dulce pochoclo de los grandes complejos cinematográficos.